“Todavía me parece los latinoamericanos vivimos inmersos en el realismo mágico”: Grace P. Bedoya
La escritora venezolana visita México para presentar ‘Regreso al pueblo de los suspiros’.
- Redacción AN / HG

Por Héctor González
La literatura llegó a Grace P. Bedoya (Venezuela, 1967) casi sin querer. Estudió ingeniería industrial como un acto de rebeldía hacia su padre, escritor. Sin embargo, poco a poco, la venezolana afincada en Houston desde hace algunos años ha decidido robar tiempo a las madrugadas para narrar y contar historias.
Algo de esto, además una serie de guiños literarios y familiares es lo que hay detrás de Regreso al pueblo de los suspiros (Literal Publishing), una novela emotiva y casi melancólica sobre la memoria y el origen.
Regreso al pueblo de los suspiros es una novela que evoca al pasado, ¿qué te lleva a escribirla?
No estoy segura de que fuera una decisión consciente. La escritura es una actividad que escapa a nuestra voluntad para bien y para mal. Una vez que te asumes escritor no puedes parar, primero por una cuestión ética y segundo, por una necesidad. Yo soy ingeniera y tengo un trabajo de tiempo completo en el área de energías y el tiempo no me sobra, de modo que una vez que llegué a la literatura no he podido despejarme de ello.
La estructura de la novela es semejante a la de un libro de cuentos, ¿por qué?
Al principio pensé que sería un libro de cuentos, fue hasta mucho después cuando descubrí que era una novela. Lo escribí en las madrugadas mientras atravesaba un proceso personal muy doloroso, una vez que lo terminé incluso dudé mucho en publicarlo.
El libro se lo dedicas a tu padre y en sí la historia está dentro de una atmósfera de melancolía…
Es verdad, mi papá fue escritor y falleció en 2005. La escritura me permite mantener cierta conexión con mi papá, cuando publico algún libro pienso en que él estaría orgulloso de mí, siempre quiso que estudiara algo más artístico, pero preferí irme por la ingeniería mecánica, tal vez por una rebeldía un poco absurda. Ahora que lo comentas, seguramente la escritura me embarca en un viaje nostálgico, pero definitivamente la melancolía es un asunto central en la novela. En esta historia el pueblo es bastante normal durante el día, pero al atardecer entran los otros habitantes que son los suspiros, unos entes acuosos que lo invaden y sumergen a todos sus pobladores en la melancolía. A veces los seres humanos nos entregamos a estos sentimientos y no encontramos la manera de salir, por eso me interesaba contar una historia donde se pudiera romper esta especie de embrujo.
El punto de vista de la historia parte de un diálogo entre la narradora y los personajes, casi como si te hablaras a ti misma.
No hay nada más difícil que analizar un texto propio, seguramente hay un diálogo interior, sin embargo, creo que la conversación alcanza a todos los personajes que son bastantes; y ya entre todos nos interpelamos todo el tiempo, eso es fascinante porque a veces parece que los personajes parecieran saber más de la vida de la escritora que ella misma.
El libro tiene ecos de realismo mágico, ¿te consideras heredera de esta tradición?
Como latinoamericana y venezolana hija de padres colombianos, el realismo mágico formó parte de mis lecturas desde muy temprana edad. Todavía me parece que los latinoamericanos vivimos inmersos en el realismo mágico. El principio del último capítulo Recuerdos que vuelan, es un homenaje total a Cien años de soledad.
La novela tiene que ver con el origen, la identidad y la distancia, ¿podría ser una metáfora sobre la migración y el autoexilio?
Es posible porque evidentemente hay un regreso tanto de la escritora como de Ana, uno de los personajes principales, así que desde luego puede ser interpretado como una referencia al deseo por regresar a mi patria, pero también a la memoria. Mi padre siempre se autopublicó y su último libro se llamó De regreso a la memoria, así que esto también es parte del homenaje que le quise hacer.






