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“No voy a dejar de escribir, ni de dirigir… siempre voy a estar en este desmadre”: Guillermo Arriaga

El escritor mexicano participó dentro del programa de actividades de Guadalajara Capital Mundial del Libro 2022.

  • Redacción AN / HG
04 Jul, 2022 04:43
“No voy a dejar de escribir, ni de dirigir… siempre voy a estar en este desmadre”: Guillermo Arriaga
(HG).

Por Héctor González

Guillermo Arriaga (Ciudad de México, 1958) encontró su lugar en el mundo a partir de contar historias. Si para algo sirve escribir o leer, es para conocer nuevas perspectivas, formas de ser y ampliar el mundo. Sobre este y otros temas, habló el escritor durante su participación en las actividades de Guadalajara Capital Mundial del Libro 2022.

El ganador de los premios al Mejor Guion en el Festival de Cannes y Alfaguara de Novela, visitó un tutelar de menores y la Secundaria Mixta #8 de la capital jalisciense. Además, de participar en diálogos y conferencias.

Autor de Retorno 201, Un dulce olor a muerte, Escuadrón guillotina, El búfalo de la noche, El Salvaje y Salvar el fuego, Arriaga subrayó durante varios días y ante decenas de jóvenes la importancia de la narración como un acto consustancial a la condición humana.

En entrevista realizada en el marco de su visita a la ciudad tapatía, el escritor de 64 años advierte que si bien se asume como alguien viejo, lo cierto es que no piensa en la jubilación, “como dice Clint Eastwood: no dejes que el viejo entre en ti”.

Durante tu participación en el programa de Guadalajara Capital Mundial del Libro 2022 desarrollas el arte de narrar, ¿en qué sentido narrar es un arte?

Desde tiempos inmemoriales los seres humanos tenemos una necesidad de narrar, es una pulsión por entendernos a través de las ficciones. Es curioso cómo se puede condensar y sintetizar una sociedad a través de la ficción. No hay mejor libro sobre el caudillismo en México que La sombra del caudillo, de Martín Luis Guzmán; ni mejor libro sobre el caciquismo que Pedro Páramo, de Rulfo. Puedes leer estudios y ensayos, pero los que mejor condensan esos fenómenos son ficciones.

Los grandes mitos al final son narraciones fundacionales.

Tenemos necesidad de narrar. En la época prehistórica los cazadores o cazadoras contaban la expedición a quienes no habían ido. Poco a poco agregaron elementos fantásticos y comenzó la ficción.

¿Cuándo empezaste a ser consciente de tu necesidad para narrar?

Desde niño. Sufrí de déficit de atención, a gente como yo nos cuesta mucho trabajo la lógica. Para mí las matemáticas, la sintaxis o la ortografía eran cosas inentendibles, todavía me cuestan mucho trabajo. Es una limitación neurológica. Desde chico comprendí que no me expresaba en ideas si no en historias. A los 14 años escribía obras de teatro y a los 18 relatos. Generosamente me contrataron en Novedades para hacer cuentos para niños y me pagaban por ello, así que desde pequeño vivo de escribir.

¿Con la ortografía y la sintaxis cómo te llevas?

No tengo mala ortografía, pero la manejo de memoria. Me cuestan mucho trabajo los acentos diacríticos, no los entiendo. A la fecha no sé qué es esdrújula, grave o aguda. Hay gente con gran conocimiento de la lengua que me cuestiona por eso, pero así es no tengo la capacidad. García Márquez tenía muy mala ortografía.

¿Eras buen estudiante?

No sé si era buen estudiante, terminé con el mejor promedio de la carrera, pero de niño reprobé once de doce materias. No era estudioso, pero tenía buena capacidad para escribir.

¿Qué es más importante cuando escribes: la verdad o la verosimilitud?

Lo más importante es contar la historia. Vargas Llosa tiene un libro que se llama La verdad de las mentiras. A través de la ficción intentas encontrar algo de verdad, pero son dos términos que no necesariamente se apegan a la ficción.

¿Cuáles son tus reglas como escritor?

Cada libro tiene una regla distinta. Por ejemplo, el que estoy escribiendo ahora está cabrón, creo que es el que más trabajo me está contando. Recuerdo que en El salvaje me propuse crear lenguajes diferentes para cada personaje.

No hace mucho se reeditó Retorno 201, ¿cómo te llevas con tus libros publicados?

Hace poco mi hijo se encontró un libro que no recordaba, lo halló en una bodega. Ahí estaba un cuento que escribí a los 25 años y que está contado a cuatro voces, tal y como escribí Salvar el fuego prácticamente cuarenta años después. Desde que empecé mi carrera literaria me ha preocupado la escritura no lineal, hacer rompimientos y explorar el lenguaje. No estoy contento con ninguna de mis obras. Sería arrogante pensar que soy bueno, a lo más, aspiro a acercarme a lo que quería lograr.

¿No hay ahí falsa modestia? Finalmente tienes lectores y reconocimientos…

No, fíjate que sufro el síndrome del impostor que consiste en pensar que en algún momento te van a cachar. Lo padece mucha gente, Scorsese, Obama, ellos creen que no son buenos y temen que en algún momento los demás lo descubran.

Tus preocupaciones literarias también las has llevado al cine…

Claro, creía que si conseguía llevar lo que ha hecho Faulkner en literatura al cine estaba del otro lado. Obviamente no lo conseguí, pero al menos lo intenté y eso se nota en Retorno 201, Amores perros, 21 gramos, Los tres entierros de Melquiades Estrada y Burning plain.

¿Con la muerte cómo te llevas?

Muy mal caray. La mía no me importa, pero murieron mis padres y la orfandad es algo de lo que nunca nos recuperamos.

¿Y con la vejez?

Ya soy viejo carnal, tengo 64 años. La verdad me vale. Veo amigos de mi edad jubilarse y pienso ‘que hueva’. Yo no podría hacerlo. Como dice Clint Eastwood: no dejes que el viejo entre en ti. Yo no voy a dejar de escribir, ni de dirigir… siempre voy a estar en este desmadre.

¿Escribir es como cazar?

Por supuesto. Vivimos en un mundo muy alienado. No sabemos cómo funciona el celular que usamos o cómo se hizo la camisa que llevamos. Yo sí sé cómo se hizo mi novela, sí sé qué come el animal que cazo, a qué hora se levanta, lo que sufre cuando lo cazo, cómo es por dentro y a qué sabe. Ambos son actos rituales que permiten cerrar círculos y entender la naturaleza humana.

No usas arma de fuego…

No, cazo con arco y flecha así el rito se hace más intenso. La diferencia entre cazar con un rifle y con arco está en la mirada. Siempre he dicho que escribir es como meterte a la sabana africana e intentar con un palito meter a un león a una jaula. Por supuesto no se puede por eso digo que escribir nunca me sale bien.

Con Escuadrón guillotina se cierra de alguna manera la literatura revolucionaria, ¿no?

Estudié la maestría en Historia y mis maestros nunca me dejaron presentar mi tesis que consistía en argumentar que importa más el mito que la verdad histórica. Tú y yo podemos ver el mismo accidente y cada uno tendrá su versión, lo más interesante es ver cómo una sociedad se pone de acuerdo para reinterpretar un suceso. Leí mucho sobre la revolución, Martín Luis Guzmán, Rafael F. Muñoz, Nellie Campobello, Mariano Azuela, Francisco L. Urquizo, y decidí hacer una reinterpretación de la historia que pusiera en tela de juicio todo lo que me dijeron mis maestros historiadores. Me divertí mucho. La escribí en diez días, ojalá volviera a tener esa desfachatez.

Ya no has podido escribir una novela en diez días.

Por supuesto que no, ahora sé que cada palabra que escribes tiene una repercusión.

¿Ves a la Cuarta Transformación como un movimiento fundacional del tamaño de la revolución?

No, autonombrar un movimiento le quita validez. La dimensión de un movimiento se descubre de manera espontánea y la genera la sociedad. Una persona, me parece, no le puede poner el título.

¿La pandemia te parece estimulante como tema literario?

No, es una desgracia más que un tema literario.

De las desgracias han salido grandes novelas…

Para mí es una tragedia, perdí a mi madre por esta chingadera. Me parece más bien un momento detestable. No es un tema que me interesa.

 

 

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