“La mujer va a seguir avanzando y espero que los hombres se incorporen a su lucha”: Gioconda Belli 
La escritora nicaragüense habla de su nueva novela, ‘Un silencio lleno de murmullos’.
- Redacción AN / HG

Por Héctor González
En 1975, Gioconda Belli (Managua, Nicaragua, 1948) tuvo que salir de su país por condiciones políticas. Viajó a Costa Rica perseguida por el dictador Somoza y en el camino tuvo que dejar a sus hijas con sus padres, pues el papá de las niñas no quiso hacerse cargo de ellas.
Algo de esta experiencia se transpira en Un silencio lleno de murmullos (Seix Barral), la nueva novela de la poeta y narradora. “Los hombres se van a la guerra y a hacer sus cosas, y a nadie se le ocurre decir que abandonan a sus hijos, en cambio a nosotras se nos cuestiona y critica cuando decidimos vivir nuestro potencial”, explica la escritora ganadora de premios como Sor Juana Inés de la Cruz y Herman Kesten.
Hoy, Gioconda Belli ha tenido que salir por segunda vez de su tierra y está afincada en España. Ahí encontró la calma para concluir una novela que transcurre durante la pandemia y que reflexiona sobre la culpa, el perdón y la orfandad.
¿Cómo se encuentra viviendo en España?
Estoy muy agradecida con España porque se convirtió en un refugio ante una situación que jamás pensé volver a vivir. Anteriormente viví un exilio en 1975, en el tiempo de la guerra contra Somoza. Nunca me imaginé que Nicaragua atravesaría por otra dictadura, fue un shock, pero una se acostumbra. Los nicaragüenses tenemos una enorme resiliencia por todo lo que hemos pasado. Afortunadamente mi trabajo es portátil así que eso ayuda.
La novela está ambientada en la pandemia y refleja un momento interesante de madurez.
Empecé a escribir la novela en Nicaragua y es una historia de fantasmas. Están los fantasmas de la madre, de la revolución y de la lucha que se dio en 2018 para oponernos a lo que estaba haciendo Daniel Ortega, y que fue reprimida de una manera salvaje. Es una novela también, sobre el misterio que siempre rodea a las madres. Solemos verlas como ese ser que cuida y protege, pero ¿qué hay detrás de ellas? Mi novela es una especie de investigación y descubrimiento de una hija. Mientras está encerrada por la pandemia, convive con las cosas de su madre y descubre a una madre que no conocía y contra la que ha tenido resentimiento porque dedicó parte de su vida a la lucha revolucionaria.
En este sentido hay también una reflexión sobre la culpabilidad…
Sí, me interesaba hablar de la culpa en las mujeres. Los hombres se van a la guerra y a hacer sus cosas, y a nadie se le ocurre decir que abandonan a sus hijos, en cambio a nosotras se nos cuestiona y critica cuando decidimos vivir nuestro potencial.
Hay poca literatura que aborde la forma en que una mujer sobrelleva la maternidad con la militancia política.
Sí, a veces se explica de una manera imaginaria, pero lo mío está basado en mi propia vida. La novela es ficción, pero tiene mucho de mi autobiografía.
¿Qué reflexiones se despertaron sobre su propia relación con sus hijas al escribir este libro?
En la novela se explica que la madre tenía una visión de futuro. Al ver por el futuro de la hija de alguna manera descuida el presente, la cotidianidad. No es que abandone a la hija porque la deja cuidada y está preocupada por ella, pero no tiene la entrega absoluta que equivocadamente se espera de las mujeres. Pese a que ya estamos en otro siglo, a la mujer se le exige que deje todo de lado y se dedique a lo doméstico. Desafortunadamente el mundo laboral está hecho para hombres que tienen esposas.
¿Usted vivió esto?
Claro. Tuve mi primer exilio en 1975, cuando capturaron a la persona con que yo trabajaba. Salí de Nicaragua de emergencia y tuve que dejar a mis hijas con mis padres, porque el papá no se hizo cargo, durante siete meses. Fue una de las épocas más duras y difíciles de mi vida. Finalmente las recuperé y llegaron a vivir conmigo en Costa Rica. Fue un periodo muy difícil porque el padre no se hizo cargo. Por supuesto para ellas también fue complicado, por eso esta novela es un reconocimiento hacia ellas.
De hecho, esta no es la primera novela que parte de su propia experiencia en la revolución de su país.
Sin proponérmelo armé una trilogía. La mujer habitada narra la lucha contra la dictadura; El país bajo mi piel cuenta cuando me tengo que ir de Nicaragua por amor y el desmoronamiento de la revolución; en Un silencio lleno de murmullos vemos a la revolución desmoronada y ya convertida en una tiranía.
La hija pierde de alguna manera a la mamá, pero la mamá también se siente huérfana cuando la revolución fracasa.
Así es, las dos son sobrevivientes de una revolución fallida. Muchos grandes proyectos y sueños no se cumplen, por eso me interesaba pensar en cómo enfrentamos eso para que no nos destruyan e incluso saquemos una experiencia positiva.
¿Cómo se saca algo positivo de un segundo exilio?
Cuando tienes tu centro dentro de ti misma, un exilio no te destruye. Tengo mi trabajo y sigo creyendo en la justicia y libertad. La lucha no termina y esta novela recupera el mito de Sísifo en tanto que la condición humana es una lucha constante. A todos se nos caen las piedras y nos pasan cosas, pero la única manera de desafiar esto es volviendo a cargar la piedra, encontrar dentro de la resistencia la esperanza. Vivimos muy poco y los procesos históricos toman mucho tiempo. No podemos pensar que los conflictos en Ucrania o en Gaza se van a quedar así, la historia nos enseña que todo se supera, incluso de los grandes cataclismos aprendemos cosas.
¿Cómo le ha ayudado la literatura a mantener el centro de usted misma?
Ha sido fundamental. Antes que otra cosa soy lectora y leer sobre la sensación de fracaso, las alegrías y la esperanza, te ubica como un eslabón más dentro de una cadena de lucha e intentos por mejorar la situación. No siempre se consigue, pero a veces sí.
Abre la novela con un poema de Calderón de la Barca. ¿Dónde siente más consuelo, en la narrativa o en la poesía?
Son consuelos diferentes. La poesía te la oportunidad de ser totalmente emotiva y la narrativa te permite contar todo lo que hay en el draft de esa gran emoción.
Hace un momento dijo que las condiciones laborales están hechas para que el hombre trabaje. ¿Cree que esto está cambiando?
Está cambiando, pero al mismo tiempo se está originando una enorme resistencia. En lugar del al feminismo como un avance para sí mismo, el hombre se está sintiendo increíblemente amenazado. Tenemos al 52 por ciento de la población mundial viviendo a la mitad de su potencial o en condiciones peores, en Afganistán y el Medio Oriente las mujeres no pueden hablar o cantar. La mujer va a ir avanzando y espero que los hombres se incorporen a esta lucha, porque en realidad es una lucha de todos contra la explotación de una parte de la humanidad.
¿Cómo ve a Latinoamérica hoy?
Soy gran admiradora del presidente Boric, para mí es el único que realmente ha logrado una centralidad, ha sido un presidente coherente y de principios; al mismo tiempo tenemos a Milei, quien acaba de prohibir un montón de libros y cuya posición hacia las mujeres es reaccionaria. Vamos a tener a Trump en Estados Unidos, un abusador de mujeres y de las leyes, tiene 34 cargos en su contra y sin embargo la gente o lo ha votado. Hay una sensación de desesperación porque este mundo se está volviendo diferente, por eso la gente vuelve a buscar caudillos machos. Ante lo impredecible y cambiante que es la sociedad actual, hay una necesidad de autoridad.
Ahora en México tenemos una presidenta.
Espero que la presidenta logre actuar como mujer y no tenga miedo. De cierta manera, la sociedad obliga a las presidentas a que se comporten como hombres, sobre ellas hay una lupa más grande. Es duro romper el patrón, pero le deseo a la presidenta lo mejor. Espero que sea ella misma y rompa con la continuidad de un personaje como López Obrador, quien era un populista.






