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“Una vida limitada a las pantallas es una vida adoctrinada”: Rowena Bali

La escritora reflexiona sobre la alienación y el fracaso en ‘El hijo del monitor’, su nuevo libro.

  • Redacción AN / HG
07 Mar, 2024 09:39
“Una vida limitada a las pantallas es una vida adoctrinada”: Rowena Bali

Por Héctor González

Atrás de El Hijo del monitor (Nitro/Press), hay ocho años de trabajo y una necesidad puntual por hablar del impacto que supone tener contacto con la realidad mediante una pantalla. No obstante, la nueva novela de Rowena Bali (Cuautla, 1971) es bastante más que eso.

Gerson, Isabel y un menor que pasa buena parte de su vida frente un monitor, son los personajes de una historia que nos habla de la frustración, el fracaso, el miedo, la enajenación. Bali no alecciona ni manda mensajes, su novela advierte y cuestiona sobre una realidad latente y ante la cual es difícil salir ileso.

¿El Hijo del monitor surge de una anécdota o de la necesidad de hablar del impacto que tienen las pantallas en nuestra vida?

La novela nació hace varios años y a partir de un concepto que surgió hace unos veinte años, el hikikomori, que se usa para referirnos a la juventud japonesa que vive dentro de sus habitaciones sin establecer vínculos directos con las personas, solo conviven mediante medios digitales. A lo largo del tiempo este fenómeno se ha extendido, incluso en un pueblo como La purificación, que es donde vivo.

Los personajes de una novela como esta, que nace a partir de un ejercicio de ideas, ¿cómo se construyen?

Isela, narradora y protagonista, está inspirada en la lectura de un libro llamado El lenguaje del cuerpo. Después está Gerson, el otro protagonista, un hombre que fracasa en todo lo que emprende, nunca alcanza una verdadera satisfacción en su vida; es un burócrata frustrado que solo encuentra salida mediante el alcohol. Me interesaba hablar de personajes que, a pesar de su enorme talento, nunca llegan a ver su vida realizada. El hijastro es alguien a quien no puede atender, criado y educado por una televisión, al grado de que cuando adquiere cierta edad se descubre como alguien formado para servir.

Desde la primera línea muestras a Gerson como alguien incapaz de tener fuerza de voluntad.

Su voluntad solo está vinculada al impulso de levantarse, preparar el desayuno, ir a la oficina y de ahí al bar, y finalmente regresar a su casa para enfrentarse con su realidad triste.

Al final, la historia habla también de seres alienados con el trabajo o la tecnología.

Así es, el personaje hijo se mantiene en una cuna como una realidad latente a la que no quiere atender ni hacer caso y representa, sí, a la enajenación que supone vivir pegado a una pantalla. A final de cuentas, una vida limitada a las pantallas es una vida adoctrinada para que ciertos poderes alcancen sus objetivos.

Aunque también, eso nos habla del miedo del individuo. Nos alienamos porque es más fácil seguir en esa línea que salir y tomar una decisión o tomar al toro por los cuernos, pienso de manera particular en Gerson, quien se niega a asumir la responsabilidad de ser padre.

Es verdad, hay cierta incapacidad para ver más allá y salir de la zona de confort. Representa un esfuerzo mayor salir de la pantalla para enfrentar una realidad difícil. El temor puede inmovilizarnos y muchas veces es algo que viene de un miedo inculcado. Hace uno años en mercadotécnica se hablaba de las “necesidetes” como aquellas necesidades insertadas en el consumidor para adquirir cosas que en realidad no hacen falta.

Ya nos comentaste que el libro partió de una inquietud, ¿hacia dónde se desplazó tu reflexión una vez que terminaste la novela?

Terminar la obra fue un proceso largo, El agente morboso, una novela anterior me tomó tres meses, pero El Hijo del monitor me tomó ocho años. Creo que la escribí en un periodo en que estaba muy azotada, ahora mi forma de escribir es distinta en cierto sentido, me parece que soy más optimista.

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