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‘Omega’, el arte de intentar detener el tiempo Naturaleza Aristegui

El artista mexicano Pablo Vargas Lugo habla de los simbolismos en su cuarta exposición individual, ahora en la galería Labor.

  • Redacción AN / HG
16 Jul, 2025 13:13
‘Omega’, el arte de intentar detener el tiempo

Por Estefania Ibañez

Cuando el artista Pablo Vargas Lugo (Ciudad de México, 1968) se preguntó cómo podía encarnar el anhelo de interrumpir el curso del tiempo para asimilar una situación en una época en la que la vida avanza rápido y transcurren cosas que exigen nuestra atención, surgió Omega (2025), su cuarta exposición individual y que se puede visitar en Labor (Francisco Ramírez #5. Col. Daniel Garza).

La pieza principal, Máquina del tiempo, es un “gran reloj de bolsillo” cuya fundición la realizó en bronce. La escultura está suspendida de una cuerda al centro de la galería y lleva consigo tres mándalas —Grand complicación, Wrong Mandala I, Grand complicación, Wrong Mandala II y Grand complicación, Wrong Mandala III— que, en apariencia, parecen querer brotar de su base.

La muestra, disponible para visitar hasta el siete de septiembre, hace alusión a la intención de medir el tiempo, a su idioma y a su espacio en la conciencia, pero también hace hincapié en desear “suspenderlo, detenerlo o revertirlo”.

Una representación distinta de la muerte

A través de Omega el autor subraya su estudio respecto al transcurso del tiempo y todas las inquietudes que surgen a raíz de intentar frenarlo o dominarlo.

“La exposición tiene que ver con la imagen del tiempo que está pasando y la otra cosa que es lo que va en contra de ese flujo que no controlamos porque viene determinado por impulsos externos.

“El tema del tiempo va irremediablemente ligado a esta dicotomía de decir primero si el tiempo es un ciclo, es algo que se va a repetir o es una flecha. O si es algo que se puede detener en un sólo punto; si estamos viviendo en un presente continúo o estamos en un devenir que sí es resultado de una degradación o un movimiento que va necesariamente hacia un final, y ese final es la Omega, la Omega del título”, dice el autor.

Pablo menciona que tiene un gusto especial por los relojes gracias a su “artesanado y el pensamiento que va detrás de eso”. Aunque no es coleccionista, su padre sí lo era y la pieza central está basada en un modelo que pertenecía a su colección.

“Independientemente de que si era de mi padre o no, yo tenía en la mano este modelo de Omega que es muy particular, que tiene su diseño y su corona. Pude sacar el diseño con un vernier a décima de milímetro, por eso se ve tan exacto, digamos que no está diseñado a capricho, con una idea vaga, sino que sí está sacado directamente de un modelo”, explica el creador egresado de la carrera de Artes Visuales, de la Escuela Nacional de Artes Plásticas de la UNAM.

Si bien respeta la estructura original del instrumento, este reloj es particular porque el significado que proyecta está ligado a una muerte.

“Lo que adopta esta escultura son una serie de términos de la relojería llevados a una especie de metonimia. Por ejemplo, el reloj tiene cuerda, su energía viene de la cuerda, hablando de relojes mecánicos.

“Este reloj tiene una cuerda, pero es una cuerda de la que está colgando. El reloj tiene un mecanismo que se llama el escape, que es el que controla el paso de la energía de la cuerda al mecanismo. En este caso el escape está codificado como un suicidio”, comenta el artista.

Los relojes son confeccionados con diversas capacidades, de acuerdo con el autor, “pueden tener las fases de la luna”, característica que contempló en su Máquina del tiempo.

“En este caso es un creciente que hace el desplazamiento de la tapa sobre la caja. Hay todos estos términos que tienen que ver tanto con la medición del tiempo como con una idea de la muerte, que, en mi trabajo, sí hay esta referencia”, afirma.

En el quehacer de emplear su personificación de la muerte, Pablo se ocupó de concebir sus propias denominaciones o metáforas.

“A los símbolos de la muerte los llamo una especie de jeroglífico de la muerte, como signos que se van juntando en torno de la muerte. Esta cosa que tiene un aspecto que, como seres humanos, siempre es difícil de aprender y comprender, pero a la que le vamos dando forma a partir de diferentes signos: de la caja o la cruz o la cuerda o la calavera”, afirma el también autor de la muestra Exceso solar (2023).

Además de dotar de distintivos a la figura, el autor la diseñó de un modo que puede comunicarse con quienes se reúnen a observarla.

“Este reloj pretende ser una especie de aglomeración de todas estas cosas, al mismo tiempo es una escultura que se mueve dentro del espacio y que interfiere el movimiento de los espectadores. En ese sentido, es una escultura que va muy de la mano con otras obras que he hecho con esa misma escala, con ese mismo lenguaje en el cual se integran objetos muy contundentes sacados de contexto, con cambios de escala, cambios de posición que los transforman en personajes que están interactuando con un espectador en el espacio”, asegura.

Mándalas en contradicción

Para integrar a la muestra su representación de las mándalas, Pablo se valió del trabajo que ha desarrollado durante un largo periodo y que está enlazado a los emblemas del budismo tibetano.

El autor considera que esta religión y filosofía “tiene un tipo de lenguaje visual, que no sólo es riquísimo, está lleno de simbología y contradicciones, porque al mismo tiempo que está hablando de un abandono de los sentidos y del cuerpo, tiene una carga erótica muy potente”.

El trazado geométrico y el simbolismo de las mandalas, vinculado a las funciones adicionales del reloj mecánico, motivaron la elaboración y sentido de las piezas.

“Relacioné  —una parte de las mándalas tibetanas que son los cintillos, los márgenes de la mándala, que siempre están representados con una serie de colores, que en estas obras tienen un significado sobre sabiduría, introspección, tiempo, muerte, etcétera— con una carátula de reloj, se llama el reloj con complicaciones.

“Es un término que me interesa introducir aquí porque, el reloj con complicaciones es el reloj que mide más allá de horas y minutos, el que va midiendo fecha, día, altura: puedes cronometrar, puedes tener horario universal, puedes tener las constelaciones”, describe.

Parte del discurso de las esculturas es proyectar las paradojas asociadas a estos diagramas circulares budistas, con las características del artefacto que mide el tiempo.

“Los relojes se van complicando y es un arte. En el arte de la relojería las complicaciones implican un nivel de artesanado más sofisticado y en este caso el reloj con complicaciones o reloj de cuatro carátulas transformado en una mándala tiene esta contradicción: una es la complicación que está midiendo el paso del tiempo en diferentes escalas y ciclos; y la mandala, que pretende detener el tiempo en este momento de concentración y reflexión”, dice el creador de la obra Actos de Dios (2020).

El autor brindó ciertas cualidades al trío de esculturas y se atrevió a jugar con ello, creando un escenario de contrariedades.

“Esta mándala que pretende sustraernos del tiempo para hacernos entrar al fondo de nuestra consciencia y a la realidad del mundo, al mismo tiempo está funcionando como un sistema de medición del tiempo, y en esa contradicción se rompe, eso es lo que está representado ahí, en esas mandalas que llevan el nombre de Grand complicación, Wrong Mandala, la mandala equivocada, la mandala que está midiendo el tiempo”, finaliza Pablo Vargas Lugo.

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