“Sobre la paternidad hay posicionamientos y teorías, pero falta relato”: Alejandro Zambra
El escritor chileno explora su rol como padre en su nuevo libro ‘Literatura infantil’.
- Redacción AN / HG

Por Héctor González
Alejandro Zambra (Santiago de Chile, 1975) se reconoce como un padre tardío, su hijo nació cuanto ya tenía cuarenta y pocos, no obstante, asume también que vive este nuevo rol con gozo. Algo de eso es lo que fluye en Literatura infantil (Anagrama), su nuevo libro.
A ratos como carta, a ratos como diario, el relato del chileno parte de lo cotidiano para llevarnos a cuestiones más profundas. “Las historias por más particulares que sean son también colectivas”, explica al referirse a las posibilidades que tiene la literatura para acercarnos a toda clase de experiencias desde la incertidumbre y las emociones.
En el libro escribes que en el fondo toda la literatura es infantil, ¿por qué?
El retorno al balbuceo y la incertidumbre es un gesto visible en mucha literatura. Siempre está, además, la idea de no conformarse con un mundo ya hecho. En la poesía es muy evidente el deseo de chocar de nuevo con las palabras y volver a saborearlas. Más allá de la paternidad, la padrastría o la adopción, es un privilegio acompañar el nacimiento del habla en otro ser humano, entre otras cosas porque ahí nos reencontramos con el choque verbal y vemos como de cinco palabras pueden salir veinte. En realidad, cuando los niños hablan mal demuestran que el lenguaje no es lógico, todo eso lo vinculo muy directo con la poesía. La rima es una herramienta para abrir puertas y en ese sentido se liga con lo infantil, en general, la literatura tiene ese deseo. En realidad, solemos olvidar el hecho de haber aprendido a hablar, no podemos imaginarnos sin lo que hemos aprendido como andar en bicicleta.
Y con la paternidad revives todo eso…
Claro, es muy difícil no espejear. Cada cual lo vive de forma distinta, pero en lo personal creo que hay mucho gozo en eso, por mucho que haya cierto dolor.
¿La paternidad cambió en algo la forma de ver a tu padre?
Compararse con el padre implica caer en una trampa, aunque contradictoriamente a veces puede ser útil; también es una trampa decir soy tan distinto a mi padre que su experiencia me resulta inútil. La noción del padre como modelo es tan equívoca como la del antimodelo. Me interesa ver que parte de las experiencias que considero ajenas, podrían serme propias. Mi padre y yo habitamos tiempos distintos, yo soy un padre tardío y habito la paternidad desde un espacio distinto. Hablo de cosas dentro de una pequeñísima porción del mundo. Los temas que debatimos se dan en un espacio muy limitado. Nuestros padres en general no se preguntaban tantas cosas simplemente experimentaron la paternidad de una forma automática, era lo que había que hacer.
¿Sientes que en tu generación es común cuestionarse sobre lo que significa la paternidad?
Es vivificante que existan estas conversaciones, incluso diría que lo falta es relato. Posicionamientos y teorías hay muchas, pero hace falta confrontarlas con el hecho práctico. Es muy atractivo contraponer todo eso y la literatura es el espacio donde se pueden dar esas discusiones, la literatura permite que la incertidumbre se exprese sin artificialidad y sin arrojar un resultado unívoco. Puedes entender las historias como un proceso de reconciliación o ruptura, pero en realidad sabes que lo que sobrevuela todo eso es más complejo. Las historias por más particulares que sean también son colectivas, y eso me parece muy atractivo.
De ahí viene tu crítica a la autoridad que se les ha cedido a los libros de autoayuda en este terreno.
En general a lo normativo, si se tiene un problema muy específico como que tu hijo no duerme, te da tres soluciones distintas y que pasan por alto que todos los niños son diferentes. Durante la crianza vives preguntándote si una frase ingeniosa o un berrinche es manifestación de la infancia o de la personalidad de tu hijo, es un problema hermoso y muy literario porque tiene que ver con el yo y el nosotros. Ahí es donde empieza la literatura, me parece.
Aunque me parece que en tu caso ha sido muy natural escribir sobre estos temas.
En mi caso el dilema no existe, si soy completamente riguroso nunca existió. Tuve suerte porque en mi caso la escritura siempre estuvo ahí. Mi abuela si bien no era muy culta, ni una gran lectora, sí gustaba de contarnos historias en lo que llamo la preliteratura, es decir, el espacio en donde el humor, los relatos orales y la música confluyen. Nos alentaba a escribir desde muy chicos, nos regalaba cuadernos y nos decía, a todos sus nietos, que nos desahogáramos, de modo que cuando apareció formalmente la literatura ya estábamos relacionados con la importancia del relato. La escritura siempre estuvo, aunque no siempre quise ser escritor. Poco a poco tuve conciencia de que no lo hacía tan mal, cosa que sí me sucedía con otras actividades como cantar. Con el tiempo me pareció que podía publicar mis textos. Para mí fue muy natural escribir sobre la paternidad y pensar en la reformulación de la infancia propia. La paternidad nunca me fue un tema ajeno, también fue una paternidad consciente, esperada, me cambió de país. Era parte del proyecto entero venir acá con Jazmina.
Tu hijo crecerá rodeado de libros, ¿lo piensas dentro de la literatura?
No sé, ojalá que sea infectólogo, es broma. Su relación con los libros me gusta mucho, veo en él algo que me gusta mucho: vincula la literatura con la música y el humor. Creo que como sociedad podríamos trabajar más en este sentido para despojar a la literatura de esa posición vertical o jerárquica que suele tener. Independientemente de las clases sociales el humor y la música están en casi todas las casas, no así la literatura. No todos los niños han crecido rodeados de libros como mi hijo. Durante sus primeros cinco años los niños desarrollan un sentido crítico de la música sin que nadie se los explique y en ese mismo periodo aprenden a contar chistes, lo que se convierte en algo central para ellos. La literatura tendría que aprovechar eso.
¿Pensabas en tu hijo como lector mientras escribías el libro?
A veces sí, hay un modelo implícito en el libro y es el poema de Enrique Lihn ‘Monólogo del padre con su hijo de meses’, es impresionante porque es exactamente eso y te imaginas al padre con su hijo en brazos, explicándole cómo es el mundo. Es un poema por momentos de aliento trágico, y en ocasiones tierno y hermoso. Cuando lo lees te sorprende y preguntas porqué este señor le habla a un niño que no puede responderle, pero luego ves que hay un espacio realista. Los padres le hablamos a nuestros hijos de meses y sin imitar sus balbuceos. Hay una comunicación sin duda por más que te quieran convencer de lo contrario. Hablarle a tu hijo es hablarle al mundo, muchas veces me dirigía a él como una especie de lector implícito e ideal. Inevitablemente los personajes del padre y el hijo los hemos leído toda la vida, tienen algo muy teatral y hermoso relacionado con las capas que llevamos dentro. En rigor son historias que quisiera contarle y que quisiera que escuchara, quien sabe si tendrá paciencia, por ahora parece que sí, pero quién sabe. Se que todo será infinitamente más complejo, todos los padres queremos ser amigos de nuestros hijos, pero imposible saberlo, a final de cuentas el destinatario siempre es indeterminado. Desde luego me encantaría que mi hijo lo leyera y que tuviera la delicadeza de saber que, si no le gusta y me lo dice, me va a romper el corazón.






