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‘La familia es una institución mafiosa y no hace falta ver El padrino para darse cuenta’: Guillermo Saccomanno

El ganador del Premio Alfaguara 2025 habla de su novela ‘Arderá el viento’.

  • Redacción AN / HG
18 May, 2025 06:02
‘La familia es una institución mafiosa y no hace falta ver El padrino para darse cuenta’: Guillermo Saccomanno

Por Héctor González

A su llegada a la Villa, la familia Estherházy compra el Hotel Habsburgo. Su intención es quedarse en su nuevo hogar y echar raíces. Conforme más se asientan, las cosas empiezan a cambiar en la localidad y no necesariamente para bien. Así es como toma forma Arderá el viento, la novela con la cual el argentino Guillermo Saccomanno (Buenos Aires, 1948) ganó el Premio Alfaguara de Novela 2025.

Autor de más de una decena de títulos que incluyen cuento, ensayo y novela, el narrador desarrolla en esta ocasión una metáfora sin concesiones sobre la sociedad contemporánea. A juzgar por su libro, el diagnóstico sobre el presente no es precisamente amable y fue todavía más incisivo el pasado 13 de mayo, día en que tuvo lugar esta entrevista y en que murió el expresidente uruguayo José Mujica.

Perdona que empiece con esta pregunta, pero, ¿qué piensas de José Mujica?

No solo murió un gran hombre, de alguna forma muere un símbolo de nuestras aspiraciones. Era un modelo de sabiduría, sencillez, cero exhibicionismo y arrogancia.

Un hombre de una izquierda distinta a la que predomina en América Latina…

Sí, pero tampoco diría que una izquierda mansa. Sabía poner distancia de los conflictos y con eso les quitaba importancia.

Una persona de bajo perfil, digamos que en eso se parece a ti.

Sí, bueno, digamos que vivo bastante escondido. No me interesan las redes sociales, ¿para qué?, ¿para hablar pelotudeces?, el colmo son quienes quieren reventarse chicas. Tengo un mail por necesidad y un whatsapp que tienen muy pocos.

Y en Arderá el viento parte de un espacio muy pequeño para contar una metáfora de la sociedad.

Es verdad, pero eso lo advertí hasta después. Cuando la terminé caí en cuenta de que estaba usando el pueblo otra vez, porque no es la primera novela que escribo usando la villa como territorio.

En tu caso pareces no necesitar más que el pueblo, ¿te consideras un hombre austero?

No necesariamente espartano, la escritura es el oficio más económico y más caro del mundo a la vez. Económico porque no necesitas más que lápiz y papel. Caro porque se te va la vida y no siempre tienes las de ganar. No me puedo hacer el distraído respecto al dinero del Premio Alfaguara, pero sí me considero austero, en verdad lo que más me interesa es el reconocimiento por mi trabajo.

Aunque ya has ganado varios, como el Biblioteca Breve…

Sí, unos cuantos. Suena a lugar común, pero es verdad, son estímulo. Sin embargo, lo mejor es no creérselos.

¿Pero cómo evitas creértelo?, ahora mismo está en una gira de promoción que va de Estados Unidos a Argentina

Por supuesto, el problema es que todos los viajes son juntos y eso marea. Ahora mismo estoy en México y no puedo ir al Museo de Antropología por estar en la promoción. Soy un prisionero de luxe. A fin de cuentas, uno escribe para conocerse a sí mismo, además uno se siente mejor persona cuando escribe.

Aunque en tu novela encontramos personajes muy cultos que no necesariamente son buenas personas.

No creo en el bien y el mal, hay grises. Tampoco creo en la narrativa de que los pobres son buenos, pueden ser tan malos como cualquier rico. Otra cosa es la distribución de la riqueza y la injusticia, pero no idealicemos.

Ni a la familia, de ahí parte todo en esta historia.

La familia es una institución mafiosa y no hace falta ver El padrino para darse cuenta de ello.

¿Todo gira alrededor del sexo, el poder y el dinero?

Todo. Son los ejes sobre los que se mueve la sociedad capitalista y creo que el socialismo real también.

¿Dónde quedan sentimientos como el amor?

Hay sentimientos como la solidaridad o la ternura, son necesarios para la vida y no se puede vivir sin ellos. Onetti decía que todo ser, por más abyecto que fuese, tiene una zona de pureza que en algún momento sube a la superficie.

Atrás de esto que estamos hablando está la ambición, ¿la ambición es condición humana?

Es cierto, pero también es verdad que no se puede hablar de la condición humana en abstracto. No todos los seres humanos son iguales. Mi propósito es contar una historia, respondo a ese anhelo y me dejo llevar. Una familia llega a un pueblo y entonces qué pasa… comienza a relacionarse. Tampoco creo en eso de que los personajes te dominan, si eso sucede dedícate a otra cosa porque este es un trabajo de dictador.

Hace un momento mencionaste a Onetti, y creo que tu lugar dentro del árbol de la literatura latinoamericana va por ese lado, ¿no?

A partir de la muerte de Mario Vargas Llosa recordé que descubrí La ciudad y los perros, a los 16 años. Con él se murió una época que contenía al boom y a lo mejor de la literatura Hispanoamérica. Me causó un gran impacto haber leído La muerte de Artemio Cruz y La región más transparente, de Carlos Fuentes. Fue una época de autores imponentes, Cortázar, García Márquez, José Donoso, Onetti, Cabrera Infante, pero las aspiraciones de escribir obras monumentales ya no las hay, tal vez el último en conseguirlo fue Roberto Bolaño con Los detectives salvajes y 2666, ambas novelas son epopéyicas y titánicas en su gesta de escritura, no solo en lo que cuentan.

Bueno, Vargas Llosa tuvo siempre gran admiración por Juan Carlos Onetti.

Sí, para mí Onetti fue un modelo en esta novela. La villa tiene algo de Santa María, hay una voz onettiana en el recurso de la primera persona del plural. El “nosotros” permite involucrar al lector. Mientras escribía volví a leerlo, en particular Los adioses, me interesaba la voz y la atmósfera.

No discutiré lo que mencionas de Bolaño, pero insisto, tú no vas por esa línea.

Ahora porque no me salió, pero en la anterior Cámera Gesell, lo intenté. Bolaño estaba muy marcado por la literatura norteamericana y ahí Bellow, Faulkner, Updike, intentaron hacer “la novela total”. Hoy eso ya no existe porque los escritores nos hemos vuelto fragmentarios.

¿Ganar el premio entrado en los setenta te relaja o te pone presión?

Estoy acostumbrado a trabajar bajo presión, los años que estuve en publicidad fueron intensos, alcohol, sustancias tóxicas. Se requiere un ritmo terrible para entregar a tiempo. Cuando hacía historietas tenía que escribir catorce guiones para llegar a fin de mes. La relación con el dinero en la publicidad es mucho más clara, en la literatura todavía está más encubierta. Cuando los escritores hablan de dinero se ponen fifís. Ahora mismo no sé si volveré a terminar otra novela, antes de terminar esta me preocupaba no llegar al fin de la historia.

¿Tienes miedo a la muerte?

No, al deterioro sí, Que me de un infarto y listo.

¿Cómo te cuidas del deterioro?

Nunca me cuidé demasiado porque el exterior tampoco me cuida a mí. Y menos en este tiempo, es cierto que pertenezco a una generación que creía en las utopías y nunca nos imaginamos estas sociedades macabras. Y no hace falta que te mencione el narco.

Que también está en la novela.

Está en todos lados.

Empezamos la entrevista hablando de Mujica y terminamos hablando de utopías rotas.

Supongo que estamos bajo el influjo de los acontecimientos. La muerte de Mujica es la muerte de un baluarte.

¿En qué crees ahora?

Creo que la violencia de arriba genera la de abajo, como decía Frantz Fannon. Y en algún momento va a saltar la tapa de la olla. No se puede resistir un mundo con tantas guerras. Mientras hablamos se cagan a balazos aquí cerca y allá lejos, es una locura lo que pasa en Gaza. Lo que estamos viviendo es un disparate.

No pinta bien la cosa…

No, pero me preocupa más por mis nietos que por mí, yo ya estoy hecho. Soy un sobreviviente, no me desapareció la dictadura, no contraje SIDA, no caí en la pandemia. Mantengo mi vida en línea de flotación, nunca más arriba, esto reduce las posibilidades de optimismo.

 

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