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“La cultura woke es totalitaria”: Ariana Harwicz

La escritora argentina habla de su nueva novela ‘Perder el juicio’.

  • Redacción AN / HG
21 Jul, 2024 05:11
“La cultura woke es totalitaria”: Ariana Harwicz

Por Héctor González

“La cruzada de mis libros es cuestionar el cinismo”, advierte Ariana Harwicz (Buenos Aires, 1977). Convencida de que la vida es radical, la escritora se caracteriza por contar novelas donde los personajes ponen a prueba sus propios límites con tal de sobrevivir, así es como títulos como Mátate, amor o Degenerado, la han convertido en una de las autoras más provocadoras del idioma, categoría que refrenda con Perder el juicio, su nuevo libro publicado por el sello Anagrama.

¿Hasta donde somos capaces de llegar los seres humanos?, esta es una de las preguntas que merodea de esta historia que ocurre tras un divorcio. ¿Podría una madre robar a sus hijos con tal de que no los vuelva a ver su padre? Harwicz pone el relato sobre la mesa y será el lector quien termine confrontando su moral y creencias con relación a temas como el apego, el amor o la maternidad.

¿Qué te lleva a escribir Perder el juicio?

A diferencia de mis anteriores novelas que podría llamar proféticas u oraculares, en tanto que nacieron de algo que no ocurrió en mi vida ni a mi alrededor, con Perder el juicio sucedió al revés: primero estuvo en la realidad y eso me obligó a inventar la novela, aunque en la ficción siempre se exagera todo.

¿Cómo decidiste el punto de vista, en este caso el de una madre dispuesta a robar a sus hijos?

El punto de vista es quizá o lo único importante en cualquier obra. Si no lo definimos desde el principio no hay nada. ¿Desde dónde cuento la Revolución Francesa o el ascenso al poder de un dictador latinoamericano? La decisión más importante de un artista es ver dónde se posiciona; ahí se juega su estilo, pero también su ética. Quería contar la historia desde la perspectiva de la mujer, pero a la vez quería que no fuera del todo buena. Al final la obra plantea que nadie es inocente, incluso una mujer a la que le quitan los hijos no lo es. Me interesaba construir una historia donde todos los personajes fueran culpables, pero donde todos también tuvieran razón.

Como decía Antonio Machado: “El diablo no tiene razón, pero tiene razones. Hay que escucharlas todas”.

Es una frase genial. Salvo Degenerado, todas mis novelas están contadas desde el punto de vista de la subjetividad de una mujer, pero a condición de que ese personaje femenino sea muy masculino y de que no cumpla con las expectativas de una mujer común o convencional; y a condición de que el hombre no sea siempre un victimario o verdugo. En general, narro desde el punto de vista de la mujer porque no me sale la perspectiva masculina del todo.

Al trabajar con los extremos de tus personajes, ¿cómo cambia tu forma de pensar durante el proceso de escritura?

No parto de una hipótesis, sino de una observación de la vida sin antiojeras y sin censura, desde casos de infanticidios, pedofilia y terrorismo, hasta situaciones menos sangrientas, pero igualmente perversas. No es que yo me ponga especialmente radical, la vida es radical, terrorista y extrema, lo que trato de hacer como Caravaggio o Goya -dos de los pintores que más me gustan-, es crear lo más cercano posible a la complejidad humana, después el estilo hace el resto.

¿En qué sentido la vida es radical y más ahora cuando se habla de equilibrios o puntos medios?

Por supuesto que hay grises. Una persona que es capaz de quemar la casa de sus padres o de robarse a sus hijos para que el padre no los vea nunca más, probablemente se levantó y tomó un desayuno en un café cercano, cargo gasolina o mandó un mensaje cariñoso a un amigo. La vida de los criminales está llena de puntos medios, de momentos de ternura, por eso me gusta preguntarme quiénes somos cinco o diez minutos antes de cometer algo irreversible. Sí, la vida está llena de puntos medios, pero también de actos criminales.

¿Qué tipo de moral te interesa cuestionar?

El cinismo, cada época tendrá sus pátinas o mecanismos para ocultar cosas, pero en lo que llevo de vida he descubierto que cada vez somos más cínicos al menos en el campo del arte, que es el mío. Los autores se venden como buenas personas, tolerantes, diversos, antirracistas, pero son cínicos porque en esa ecuación dejan gente fuera. La vida de los negros importa porque el eslogan vende, pero a puertas cerradas no sé si piensan en verdad así, la cruzada de mis libros es cuestionar el cinismo.

¿Qué piensas de la cultura y el pensamiento woke?

La detesto y me parece criminal. Al principio nos sedujo a todos, al menos a mí sí, porque en un principio esa integración y diversidad fue tentadora, pero como toda ideología después se corrompe, como toda revolución después se convierte en una dictadura. Ahora hay que tener cuidado porque la cultura woke se casa o asocia con extremismos.  La cultura woke es totalitaria.

¿Esta es tu forma de evitar el caer en el cinismo que cuestionas?

No sé, supongo. No soy la única, porque poco a poco aparecen voces disidentes, pero entre los autores contemporáneos son pocos quienes nos atrevemos a criticar a la cultura woke. Intento evitar vivir con miedo y que el miedo gangrene mi pensamiento. Si tememos a pensar libremente tampoco podremos escribir.

¿Te gusta transmitir eso a tus lectores?

Mientras escribo no pienso en mis lectores, cuando escribes estás sumida en la ley de la obra. Una vez que termino y analizo, sí me gustar pensar que a través de mis libros el lector se cuestiona todo. Sé que es muy ambicioso pero bueno, ojalá piense de nuevo y de diferente manera el amor, las relaciones filiales, etcétera.

Tu también los repiensas…

Claro, por eso para mí escribir es también un ejercicio vivo o activo. Si pienso lo mismo al terminar de escribir una novela fracasé. La escritura es un ejercicio continuo y en conjunto con el lector.

Por ejemplo, ¿qué piensas sobre la maternidad ahora?

Es apasionante y absolutamente diversa, no hay manera de pensarla de una sola forma, es capaz del peor mal y de la absoluta bondad y entrega.

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