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En París 1924, Tarzán comenzó a cazar cocodrilos en el río Sena

Hace un siglo Johnny Weissmüller ganó tres medallas de oro en la natación y una de bronce en el waterpolo; años después se convirtió en el actor emblemático del Rey de los Monos, héroe construido sobre la obra de Edgar Rice Burroughs. Weissmüller murió hace 40 años en Acapulco y todavía hoy sus películas representan una época vibrante del cine de Hollywood.

  • Redacción AN / MMV
26 Jun, 2024 15:52
En París 1924, Tarzán comenzó a cazar cocodrilos en el río Sena

Mauricio Mejía

Edgar Rice Burroughs llevaba una vida laboral aventurera y voluble cuando Peter Weissmüller y su esposa, Elisabeth Kersch, atracaron en Nueva York, después de una larga travesía desde el puerto de Róterdam, Holanda.

Peter y Elisabeth, huían, como miles de habitantes del Este, ante la inminente caída del Imperio Austrohúngaro, del que formaba parte, entonces, la hoy rumana Timisoara, ciudad en la que vivía una enorme comunidad de suabos alemanes a la que pertenecía el recién llegado matrimonio. América, como le llamaban en Europa, era tierra de esperanza, trabajo y deporte.

 Era 1905. San Luis Misuri había realizado los primeros Juegos Olímpicos en el nuevo continente un año antes.

János, el hijo mayor de los Weissmüller, había nacido en junio de 1904 en las orillas del Timis. Burroughs leía, durante su tiempo libre, historietas de aventuras y de ciencia ficción en la ciudad de Chicago, en la que los Weissmüller tenían parientes cercanos y en la que pasaron varias semanas tras su llegada a la Unión Americana, y mientras buscaban en dónde asentarse definitivamente.

Encontraron la “nueva tierra” en Pensilvania. Allí nació Peter, hermano de Johnny (ya con nombre en inglés), quien -al margen- jugaría el papel de puente entre el futuro escritor y el predestinado campeón olímpico.

Tarzan prefiguraba cocodrilos en las profundidades del Sena

Edgar había nacido en Chicago en 1875. Descendiente de ingleses puritanos, adoptó en Rice en honor de su abuela paterna, Mary Coleman Rice Burroughs, cuyo linaje americano se remontaba a la llegada británica a Massachussets durante la tercera década del siglo XVII. Había intentado seguir -sin éxito- la habilidad de su padre en el mundo de los negocios, el mayor  George Tayler Burroughs. En ninguna de sus peripecias logró encontrar lo que los cristianos llaman “su lugar”.

Su insegura situación profesional se agravaba gracias a un problema cardíaco que le marginó de su ansiada carrera militar; fracaso que tardó en superar. Mientras Johnny y sus padres formaban su hogar en Pensilvania, Edgar vendía sacapuntas al mayoreo, sin sentir agrado por las ganancias. Sin embargo, no era tiempo perdido, como pudiera esperarse.

El creativo Burroughs mantenía su afición por las revistas amarillas a las que, como millones de estadounidenses, dedicaba varias horas de lectura a lo largo de las semanas. Edgar no tardó en inconformarse con su pasivo papel de lector; más quejoso que placentero. Sin haber escrito cuento alguno, se hizo a la idea que podía narrar de una mejor manera lo que leía en esos pasquines dirigidos a personas sin imaginación y con pocas palabras en el bolsillo. Johnny se convertiría en uno de los miles de lectores de las primeras ocurrencias literarias de Edgar, quien para entonces ya tenía dos hijos, Joan y James.

En febrero de 1912, poco antes de los Juegos de Estocolmo, salió a la venta Bajo las lunas de Marte, una historia de ciencia ficción por la que Burroughs obtuvo el dinero suficiente para abandonar trabajos temporales y dedicarse de lleno a su nueva vocación de narrador. Johnny Weissmüller ya había descubierto, durante su infancia frente al Lago Michigan, su gran pasión de nadador. Luego se inscribiría en una escuela de la YMCA para perfeccionar los estilos; el libre –crawl– sería su especialidad.

A finales de ese año, Edgar -quizá inspirado en un cuento de Kipling- creó a un personaje que cambiaría la literatura callejera y, más tarde, el cine, en el que D.W. Griffith experimentaba sus primeras películas en Hollywood, inspirado en la California “mexicana”. En 1915 Griffith dirigiría la primera gran cinta estadunidense El nacimiento de una nación. En 1912, Rice Burroughs dio vida a Tarzán, el muchacho -hijo de aristócratas ingleses- que había sido educado por monos en una selva africana después de la muerte de sus padres. Era una especie de superhéroe al que la naturaleza en estado llano le había entregado poderes ancestrales; diferente a los que usarían capa o vendrían del espacio con fuerzas sobrehumanas; esos que alimentaron la imaginación en años posteriores.

El nacimiento de un héroe estadounidense se había producido; sus efectos repercutirían hasta el presente en novelas, programas de radio, series de televisión y largometrajes de los que no se escaparía la Walt Disney. Johnny Weissmüller, quien trabajaba como botones de un hotel de Chicago, usurpaba el nombre y el lugar de nacimiento de su hermano para conseguir una beca de la YMCA para competir en las grandes reuniones acuáticas de Estados Unidos. Rice Burroughs ganaba fama dentro y fuera con una imaginación no siempre valorada por la crítica.

En 1918, Scott Sidney decidió llevar la primera parte de la historia de Burroughs al cine -mudo, entonces- con Elmo Lincoln y Gordon Griffith, en los papeles protagónicos; el primero como Tarzán (hombre blanco, según la lengua de los monos de la selva) y el segundo como el niño huérfano que se adapta a la inhóspita selva.

Tres años después, Johnny Weissmüller se convirtió en campeón nacional de natación de Estados Unidos. Rompió todos los récords en las pruebas en las que compitió; incluido la de los 100 metros libres.

Weissmüller logró su clasificación a los Juegos Olímpicos de París 1924 en tres disciplinas de la natación y en el equipo de waterpolo de Estados Unidos, que no había logrado obtener una presea en las Magnas Justas. En la delegación viajó el poseedor de la marca mundial de los 100 metros, Duke Kahamanoku, quien había nacido en Hawaii en 1890 y había recibido ese nombre en honor al Duke de Edimburgo quien visitó la isla en 1869. Edgar Rice Burroughs seguía empecinado -entre espadas y ajedrez- en su narrativa marciana, que ya daba para alimentar una sección en las librerías de Chicago y Nueva York.

Hace un siglo, a los 20 años, Johnny Weissmüller ganó los 100, los 400 y el 4X100 del estilo libre -y el bronce en el polo acuático– de los Juegos Olímpicos de París. Se convirtió en el primer atleta olímpico que bajó de la barrera del minuto en el hectómetro, y en la primera gran figura de la natación moderna. Y, también, en el primer sex symbol de la mercadotecnia. Los publicistas lo contrataron para anunciar logotipos de ropa interior, de prendas de verano y de piscinas particulares que comenzaban a ser ambicionadas las familias ricas del oeste americano. Edgar Rice Burroughs esperaba, sin ansias, un nuevo contrato para redactar el primer guión sonoro de su personaje.

En Amsterdam 1928, Weissmüller ganó otros dos oros: en los 100 y en el 4X200 libres. Un año después, participó en el rodaje de Glorifiying the American Girl, su primera cinta, de la que se sabe poco, pero se la tomó como alberca de calentamiento, y vaya que le funcionó.

El encuentro de Burroughs y Weissmüller se produce, formalmente, en 1931 cuando la Metro-Goldwyn Meyer se decidió a producir -con un presupuesto de 650 mil dólares- Tarzán rey de los monos, basada en la obra de Edgar Rice, aunque con guión de Cyril Hume. La cinta se estrenó al año siguiente con Maureen O’Sullivan en el papel de Jane Parker. Fue incluida en la lista de la 10 mejores películas del año. Y fue el arranque de una leyenda que sigue viva, y a la espera de una versión todavía más sofisticada.   

Cuando estalló la Segunda Guerra Mundial, Edgar Rice Burroughs se enlistó como corresponsal; había trabajado en cuantiosas entregas de la serie de Tarzán y en relatos de ciencia ficción, con el planeta Venus como escenario. Murió -después de recibir el aplauso de grandes escritores como Ray Bradbury y el mismo Kipling- en Encino, California, en 1957, a los 74 años. Johnny Weismüller fue el más grande y popular de los actores que interpretaron a Tarzán en el siglo XX. Rodó, entre 1932 y 1948, doce episodios de la serie.  Se casó en cinco ocasiones (una de ellas con la mexicana Guadalupe Vélez) y después de ser estrella de cine creó su propia marca de piscinas. Murió en Acapulco, en febrero de 1984, cinco meses antes de la inauguración de los Juegos Olímpicos de Los Ángeles. Durante su funeral el nombre de Tarzán fue gritado en tres ocasiones.

Una vez, mientras visitaba Cuba, los milicianos antiyankees ordenaron a los pasajeros del vehículo en el que viajaba a que descendieran y pusieran las manos sobre la cajuela. Uno de los rebeldes gritó: “¡Es Tarzán! ¡Es Tarzán!“. Los hombres se olvidaron del coraje y aplaudieron al primer gran campeón de la natación olímpica.

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