“Si no tomamos en cuenta a la naturaleza o la identidad es imposible hablar de desarrollo”: Suzette Celaya Aguilar
La escritora mexicana reedita ‘Nosotras’, una novela que cuestiona la idea que tenemos del progreso.
- Redacción AN / HG

Por Héctor González
¿Qué es lo peor que puede suceder cuando un gobierno te obliga a desplazarte de donde vives?, esta fue la pregunta que motivó a Suzette Celaya Aguilar (Hermosillo, 1982) a escribir Nosotras (Hachette).
Los primeros borradores de la novela datan de 2013 y 2014, pero lejos de perder vigencia su actualidad se mantiene. La historia se ubica en los años setenta, cuando un pueblo está a punto de desaparecer porque un gobierno decidió construir ahí una presa.
A través de Violeta, la protagonista, Celaya Aguilar nos muestra habitantes desplazados y a punto de quedarse sin nada, gente sacrificada en aras de un progreso que en principio solo parece ocasionar corrupción y tristeza.
¿Cómo te reencuentras con Nosotras?, ¿hiciste ajustes respecto a la primera edición?
Los ajustes fueron mínimos, en realidad es la historia que se publicó en la editorial Paraíso perdido, solo que ahora tiene la suerte de circular de una manera más amplia. Si un libro no se lee es como si no existiera.
Además, el libro no ha perdido vigencia.
Así es, la empecé a escribir en 2013 o 2014. Es una novela a la que tengo mucho cariño porque ha sido testigo de distintos sucesos de mi vida que van desde estudios hasta la maternidad.
La novela tiene distintas lecturas, algunas vinculadas con el medio ambiente y otra ligada al tema de la identidad.
Ambas características son centrales, pese a que ocurre hace cincuenta o setenta años, tiene una vigencia para mal. El libro nació de las ganas de escribir algo que tuviera relación con la naturaleza y en ese sentido el agua es ejemplar. Hablar de agua me permitió referirme a la muerte, la justicia, la resistencia y también a las mujeres que sustentan o toman justicia por su propia mano. Por otro lado, me interesaba hablar de la muerte como desenlace ante cuestiones donde no hay mucho por hacer. ¿Qué es lo peor que puede suceder cuando un gobierno te obliga a desplazarte de donde vives?, esa fue la pregunta que detonó la historia y que me llevó a responderla en distintas capas porque puede morir un pueblo y con ello sus ancianos, adultos e hijos.
En este sentido, hay un cuestionamiento al significado que damos al progreso.
Es verdad, esa es una reflexión que me parece oportuno hacer. ¿Por qué en determinados momentos se privilegian estados de vida que supuestamente nos llevarán a estar mejor, aunque realmente no sea así? Sin tomar en cuenta a la naturaleza o la identidad será imposible hablar de desarrollo; por imponer las comodidades de una urbe no se deberían desaparecer pueblos enteros.
Una vez que terminaste la novela, ¿qué reflexión tienes al respecto?
A mí me interesaba contar la vida de unas mujeres y de un pueblo, creo que las reflexiones finales corresponden al lector. ¿Qué es lo válido?, me parece que cada quien tendrá una respuesta.
Nosotras muestra un conjunto de vidas mutiladas, entre ellas la de Violeta, la protagonista a quien finalmente le arrebatan su tierra y con ello sus orígenes.
Sí, por eso hablo de los árboles y las raíces. Cuando se decide expropiar o eliminar un pueblo se borra o entierra un conjunto de historias. ¿Cómo es posible hablar de un avance cuando rompemos con los universos internos?, hay estilos de vida que escapan a las cuestiones del capital o monetarias y que son igualmente válidas.
La novela tiene cierto aire rulfiano, ¿lo tenías en la órbita mientras escribías el libro?
Creo que casi todos los escritores o escritoras mexicanas tenemos interiorizado a Rulfo, forma parte de nuestras lecturas básicas, no obstante, también había otros autores como Jesús Gardea que estaban todavía más en mi mente. Cuando retomé la novela para darle la última pulida me acordé que mientras escribía el primer borrador estaba leyendo de manera muy intensa a Gardea, es decir, todos somos un cumulo de influencias que vamos cargando casi de manera inconsciente.






