‘Libros alegres’, de Armando González Torres, una obra para tiempos convulsos y polarizados
El ensayista mexicano sostiene que su nuevo título busca aportar serenidad y goce a los lectores.
- Redacción AN / HG

Por Héctor González
Armando González Torres (Ciudad de México, 1964) se considera un “lector omnívoro”, aunque ordenado y apegado a cierto canon, “después de los cincuenta años uno necesita ser más selectivo con sus lecturas”, dice.
Tras varios años dar cuenta de sus descubrimientos y placeres literarios en las páginas de Laberinto, el suplemento cultural de Milenio diario, recopila varios de sus artículos en Libros alegres (El tapiz del unicornio).
Cada uno de los breves textos incluidos en el volumen aspira a entablar un diálogo con el lector, así como a transmitir serenidad y goce, ambas sensaciones un tanto olvidadas en estos días, reconoce el escritor.
¿Libros alegres se puede como una especie de autobiografía intelectual?
Sin duda, es una compilación de algunos de mis artículos publicados en Laberinto, el suplemento cultural de Milenio, pero es también un registro de lecturas y afinidades. Son libros alegres porque son de un optimismo razonado y un gran equilibrio crítico, considero que transmutan cierta serenidad de espíritu, al mismo tiempo no pertenecen a un solo género, hay religión, narrativa, sociología e historia. El objetivo es establecer una suerte de tertulia intertemporal entre personajes pertenecientes a las más distintas disciplinas.
En las primeras páginas reconoces que en los últimos años te has decantado por estos libros que llamas alegres, ¿por qué?
Es una orientación natural que la mente y el cuerpo piden, el espíritu de nuestros tiempos se orienta hacia lo emocional y mercadotécnico, premia el pesimismo sin matices; en este sentido encontrar una celebración a la vida, una ponderación de lo humano más equilibrada en términos de defectos y virtudes es muy curativo. Los autores seleccionados ofrecen una forma más equilibrada de ver el mundo por eso mi aspiración es dar a conocerlos, creo que pueden transmitir serenidad y goce a los lectores.
Hablas de serenidad y goce, ambas palabras algo extraviadas en días como estos, ¿no?
Claro y justo creo que estos escritores son ejemplares para estos tiempos convulsos y de polarización; son voces que renuncian a las verdades incontrovertibles, manejan un escepticismo inteligente, un humanismo bien ponderado, ven los acontecimientos con matices; sin duda son oportunos para estos tiempos de crispación mundial.
¿A quienes recomiendas de manera particular para esta época de crispación?
Recomiendo a todos, pero creo que hay algunos que se adaptan mejor a estos tiempos, pienso en el húngaro Belá Hamvas autor de Filosofía del vino, en una época del puritanismo militante en la Hungría comunista, se atrevió a revindicar los placeres de la vida y en particular del vino. Pienso también en el polaco Adam Zagajewski, quien pese a haber vivido una infancia y adolescencia bajo el yugo del fanatismo y el dogma, tiene un ánimo de serenidad, concordia y una inteligencia sonriente que resulta contagiosa. Las virtudes de la celebración de la vida, el equilibrio analítico, del optimismo razonado, son profundamente oportunas para nuestros tiempos. La filósofa Phillipa Foot es autora de un libro clásico, Bondad natural, donde nos muestra cómo la bondad puede ser una facultad natural de los seres vivos, además con su vida y experiencia transmite esta prédica. En prácticamente en todas las autoras y autores incluidos en el libro hay una profunda coherencia entre su vida y su obra, cosa difícil de ver actualmente en este mundo de hipocresía.
¿Entre los mexicanos que autores ubicas en esta línea?
No incluí ahora tantos autores mexicanos porque ya lo he hecho en títulos anteriores, sin embargo, siempre pienso en el ejemplo de equilibrio y sociabilidad de personajes como Alfonso Reyes o Daniel Cosío Villegas, en la lista podría incluir a Ignacio Manuel Altamirano y Justo Sierra, quienes hicieron de la cultura una tierra franca para el diálogo y no para el enfrentamiento. En la vida moderna sin duda son fundamentales los ejemplos de Octavio Paz y Gabriel Zaid.
¿Cómo empezó tu relación con la literatura?
Mi familia no es lectora, entonces mi relación fue casual. Comencé leyendo historietas como Kalimán, recuerdo que en una ocasión los escritores decidieron mezclar al héroe con los dioses de la mitología griega y en particular lo introdujeron en la trama de la Iliada, esto fue un imán para que tuviera una familiaridad pronta e inusual con los clásicos. Empecé con sus versiones más accesibles y poco a poco me incorporé al mundo de la literatura. He de reconocer, además, que soy un lector precoz porque fui hijo único.
¿Qué tipo de lector eres, intuitivo o desordenado?
Soy un lector omnívoro porque sí tengo intereses, además cuando uno pasa de los cincuenta tiene que ser más selectivo. Me acojo a un canon, a un conjunto de lecturas probadas y aprobadas por el juicio de muchas generaciones y también trato de estar abierto a la novedad, y a las sorpresas. Un equilibrio entre los clásicos y la sorpresa puede ser sano para un lector, al menos con mis características.
¿Cuáles han sido tus últimos grandes descubrimientos?
Belá Hamvas y Adam Zagajewski, no los conocía y resultaron extraordinarios descubrimientos.






