“Escribo sobre la realidad, pero las palabras no alcanzan por eso uso la metáfora”: Lídia Jorge
La escritora portuguesa presenta ‘Misericordia’, una novela que nace por un encargo de su madre.
- Redacción AN / HG

Por Héctor González
Poco antes de que su madre muriera, Lídia Jorge (Boliqueime, Portugal, 1946) recibió un último encargo: escribir una novela de llamada Misericordia. La escritora lusitana comenzó a trabajar la obra durante la pandemia sin saber a bien que rumbo tomaría la que finalmente se convirtió en una entrañable novela sobre la vejez y la resistencia, y que le ha valido los premios Fémina y el de lectores Au bord du jour en Francia, así como el Gran Premio de Romance y Novela 2023 de la Asociación Portuguesa de Escritores.
“Creo que un buen libro literario siempre es poético, ya sea en su construcción o en su larga metáfora”, explica la ganadora del Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances en 2020, durante una entrevista realizada en el marco de su visita a México para presentar la novela que circula bajo el sello Elefanta.
Misericordia partir de un encargo de su madre, eso supongo que le da un significado especial a esta historia, ¿cómo fue el proceso de escritura?
Sí, no hay otra historia similar en mi vida de escritora. Mi madre fue a un hogar para personas mayores. Me pidió varias veces que escribiera un libro llamado Misericordia, pero como la institución en la que estaba se llamaba Santa Casa da Misericordia, interpreté que quería quejarse. El 8 de marzo de 2020, cuando ya existía la pandemia, ella tenía muchas ganas de que escribiera el libro, le pregunté por qué insistía en que lo hiciera y me dijo que era para promover la compasión entre las personas cuando ya no pueden vivir de manera independiente. Esa fue la última vez que la vi, a los cuarenta días murió. Cuando eso sucedió me quedé con la encomienda, aunque no sabía qué hacer. Pedí los objetos que la habían acompañado en sus últimos días, me dieron aretes, algunos anillos, nada más, alrededor de su cuello había una bolsita con las últimas páginas que escribió. Eso me tocó mucho, porque sabía que ella luchaba por la belleza, por lo memoria y las últimas cosas que me dieron eran símbolo de eso. Pensé que esa era su mensaje para la vida: quería transformarse en resistencia, en el fondo de su historia quería que escribiera no un libro sobre la bondad, sino sobre la resistencia humana, sobre la búsqueda de sentido.
En una época donde parece que justo eso es lo que nos falta…
¿Puedo contarte una cosa? Algo que no sabía hace cuatro días. En Portugal tenemos una gran pintora que se llama Paula Rego, muy reconocida en todo el mundo. Un crítico de arte me dijo que en los últimos días de su vida hizo dibujos de su madre ¿sabes cómo se llaman? “Misericordia”. Nadie lo sabe porque los libros todavía están guardados. He pensado mucho en eso en estos últimos cuatro días. El mundo no tiene misericordia, serlo es tal vez debería ser un deber.
En sí, el libro tiene mucho simbolismo, aunque también me llamó la atención que se lo dedicara al escrito Luis Sepúlveda…
Sí, sí, me gustan mucho sus libros. Además, fue el primer contagiado en un festival literario de Portugal, mi madre estaba convencida de que estaba con él y su preocupación era que yo me hubiera contagiado por haber estado con Luis. Ambos murieron en los mismos días, pensé que debía relacionarlos, era un gran compañero de escritura y un gran amigo.
¿Tenía presente a su madre como una lectora imaginaria, el libro que le hubiera gustado leer?
Sí, tenía la idea de que ella lo aprobaría. Cuando comencé a escribir no sabía muy bien cómo organizarme, encontrar la ruta de trabajo fue un proceso difícil. Cuando me entregaron el premio FIL de Literatura en Lenguas Romances e hice entrevistas por Zoom me preguntaban qué estaba escribiendo y les decía que Misericordia, pero lo cierto es que no había encontrado el hilo. Después se me ocurrió regresar a las matas de mi madre, que eran papeles sueltos porque al final de su vida ya no podía usar cuadernos. Tomé bloques pequeños y decidí hacerlo con la estructura de un diario. Cuando por fin encontré la forma de trabajarlo no sentí pena, sino alegría.
Su literatura tiene una dimensión poética y Misericordia no es la excepción, ¿cómo lo consigue?
Escribo sobre la realidad, pero las palabras actuales no alcanzan, por eso recurro a la metáfora. El portugués es un idioma que se adapta muy bien a este recurso porque tiene menos palabras que el inglés y el español. Es un lenguaje muy rico, sensorial que permite muchas metáforas y asociaciones e imágenes, así escribo, tal vez porque mi base comunicativa es rural y la gente que crece en ese entorno no encuentra las palabras exactas, tiene que juntarlas. Si me hubiera dedicado al periodismo habría sido un desastre. Por otro lado, creo que un buen libro literario siempre es poético, o en su construcción, en su larga metáfora.
¿Lee más poesía que narrativa o qué lee más?
Leo poesía, sí, pero la narrativa mi manera y forma de contar. Me encanta Juan Rulfo, cuando me dieron el Premio de la FIL fue un orgullo enorme porque, aunque ya no es así, en su momento llevó el nombre de Juan Rulfo.
La novela ha recibido varios premios, ¿qué lectura hace de que un libro llamado Misericordia, sea tan reconocido?
Misericordia es un título delicado, muy difícil y arriesgado. Ya por el título puede ahuyentar a la gente, pero quien lo lee no es alguien que no tiene miedo a superar el problema del título. En Portugal hubo un crítico al que no le gustó el libro, pero no le gustó porque interpretó el título, no el contenido.






