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“Vivimos en la era del cortoplacismo absoluto”: Pablo Maurette

El escritor argentino debuta en la novela negra con ‘La Niña de Oro’.

  • Redacción AN / HG
29 May, 2024 06:49
“Vivimos en la era del cortoplacismo absoluto”: Pablo Maurette

Por Héctor González

En pleno invierno aparece asesinado el biólogo Aníbal Doliner, el caso por demás misterioso cae en manos de la fiscalista Silvia Rey. Sin más brújula que la justicia, la investigadora se encuentra con todo tipo de traspiés relacionados con una sociedad donde la impunidad y la corrupción son la moneda corriente.

Conocido sobre todo por sus ensayos, en particular por libros como Por qué nos creemos los cuentos y Atlas ilustrado del cuerpo humano, el argentino Pablo Maurette (Buenos Aires, 1979) debuta en la novela negra con La Niña de Oro (Anagrama), un ejercicio que, sin dejar de respetar los rasgos clásicos del policíaco, apuesta por un dinamismo y un ritmo delirante.

¿Por qué escribir una novela negra?

La respuesta más simple es porque surgió, salió de adentro. Tuvo una gestación muy larga, la idea original tiene más de 25 años, pero nunca pensé que la iba a escribir. No conocía el género policial y tampoco quería hacerme el disruptivo, es decir, escribir una novela de este tipo sin conocer el territorio. Si vas a meterte a un género con tanta tradición lo mínimo es conocerlo. Fue durante la pandemia cuando me centré en leer este tipo de libros y por fin obtuvo algunos elementos e ideas para armarla. En realidad, la escribí muy rápido, en seis semanas.

¿Es una especie de divertimento, en el mejor sentido de la palabra?

Sí, fue un divertimento, un entrenamiento en el tratar de escribir rápido e ir siempre para adelante e imprimirle al texto ritmo. Quería que fuera una novela de acción, algo muy distinto a mí primera novela que es mucha más inusual; con La Niña de Oro quería una línea temporal directa, mucha acción y trabajar con los personajes.

¿Cómo te sentiste al trabajar de manera compulsiva?

Me compenetré mucho con el proceso, estaba muy en ese mundo, disfruté de la escritura y de la edición. Una vez que terminé el manuscrito empecé a corregir y ajustar, el tema del policial es que hay que armar una trama y hay que estar atento a no contradecirse, eso fue lo que me tomó más tiempo.

La novela combina elementos de la tradición anglosajona y de la iberoamericana.

Leí más policial anglosajón que otra cosa, algunos escandinavos, franceses e italianos, pero mientras que en ellos la trama gira alrededor de un policía o un detective, en Latinoamérica suele ser la fiscalía la que lleva adelante la investigación. En ese sentido quería ser autóctono, me interesaban mucho las relaciones entre la fiscalía y la policía, tienen que trabajar juntos, pero en condiciones muy difíciles. Por otro lado, algo que no me gusta de la novela negra clásica anglosajona es que en general el protagonista es un personaje oscuro, torturado, adicto y con un pasado traumático; yo prefería que mi protagonista fuera luminosa, alguien que se adentra en los bajos fondos pero que en su vida corriente es básicamente optimista, una persona cuyo heroísmo radica en que intenta hacer bien su trabajo, que en Latinoamérica me parece el único heroísmo posible. Me interesaba mostrar a alguien con un compromiso fuerte y ético con su profesión, que quiere hacer las cosas bien, en este caso hacer justicia.

Aunque sabe también que la justicia es una utopía…

Claro, sabe que en el fondo es imposible sobre todo en el caso del homicidio que es el crimen paradigmático, el que da origen al sistema legal en Occidente. No hay manera de reparar el daño, por eso piensa que la justicia es una utopía.

¿Desde el principio tuviste claro que esa sería una de las premisas de la novela?

Tenía claro que al ser un policial latinoamericano y argentino tenía que abordar el tema de la impunidad, en el sajón casi no hay, pero en nuestra región es distinto.

¿Por qué es así?

No lo sé, hay una manera de ver el mundo más política que ética. El objetivo de la política está afuera de sí mismo, un buen político es alguien que baja la pobreza o hace grandes obras de infraestructura independientemente de que sea una mierda de persona, la historia está llena de este tipo de líderes. En cambio, el producto final de la ética es un mejoramiento interior de la persona. Por cuestiones antiquísimas y de una corrupción enquistada desde la Colonia, en Latinoamérica se generaron economías y modos de vida fuera de la ética cuyo objetivo era sobrevivir. Durante doscientos años Buenos Aires fue un puerto clandestino, para salir adelante había que hacer contrabando, es decir la ilegalidad está en nuestra forma de vida. Si bien hay excepciones, la idea de hacer el bien es más propia de los protestantes y menos de nosotros. Por eso me interesaba que mi heroína fuera una persona ética.

Aunque ahora se habla de una crisis ética a nivel global…

Sí, cada vez es peor. Ahora vivimos en la era de la virtualidad caracterizada por la inmediatez, vivimos en el cortoplacismo absoluto. Hoy los líderes que ganan elecciones entienden que necesitan escandalizar constantemente para alimentar el fuego fatuo de las redes sociales.

¿De qué es consecuencia la llegada de Javier Milei a la presidencia de Argentina?

La explicación larga atraviesa una historia de ilegalidad. El jurista Carlos Nino escribió un libro llamado Un país al margen de la ley, en donde habla de una anomia, es decir una vocación por no cumplir ninguna norma. El argentino se queja de la corrupción de los políticos, pero los políticos emergen del mismo caldo de cultivo que todos. Por otra parte, Argentina ha ido pasando de crisis en crisis y el último gobierno fue tan desastroso que engendró el monstruo que es Milei.

En tu libro Por qué nos creemos los cuentos hablas los mecanismos que tienen las historias para engancharnos, ¿en La Niña de Oro aplicaste tus teorías al respecto?

No lo pensé así, pero es verdad que, si el escritor se compenetra con su trabajo, tendrá el mismo efecto en el lector. Si el autor no está metido en su mundo cien por ciento no se dará de esa conexión, desde luego hay otros factores porque la lectura es una relación muy íntima. Decía García Márquez que, si uno se aburre escribiéndolo, el lector se aburrirá leyendo, creo firmemente en eso.

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